- ¿A quién, a quién?, le preguntó Daniel.
- No se preocupen, respondió su
padre-. No es nada.
El auto inició su marcha de nuevo y la madre de los chicos
encendió la radio, empezó a sonar una canción de moda en los
altavoces.
- Cantemos esta canción, dijo mirando a los niños en el asiento de
atrás. La mamá comenzó a tararear una canción. Pero Daniel miró por la
ventana trasera y vio tendido sobre la carretera el cuerpo de un conejo.
- Para el coche papi, gritó Daniel. Por favor, detente.
- ¿Para qué?, responde su padre.
- ¡El conejo, le dice, el conejo allí en la carretera, herido!
- Dejémoslo, dice la madre, es sólo un animal.
- No, no, para, para.
- Sí papi, no sigas - añade Carlitos-. Debemos recogerlo y
llevarlo al hospital de
animales. Los dos niños estaban muy preocupados y tristes.
- Bueno, está bien- dijo el padre dándose cuenta de su error. Y
dando vuelta recogieron al conejo herido.
Pero al reiniciar su viaje fueron detenidos un poco más adelante
por una patrulla de la policía, que les informó de que una gran roca
había caído sobre la carretera por donde iban, cerrando el paso. Al
enterarse de la emergencia, todos ayudaron a los policías a retirar la
roca.
Gracias a la solidaridad de todos pudieron dejar el camino libre y
llegar a tiempo al veterinario, que curó la pata al conejo. Los papás de
Daniel y Carlos aceptaron a llevarlo a su casa hasta que se curara
Unas semanas después toda la familia fue a dejar al conejito de
nuevo en el bosque. Carlos y Daniel le dijeron adiós con pena, pero
sabiendo que sería más feliz en libertad.
FIN
Cuento de Álvaro Jurado Nieto, Colombia
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